jueves, 28 de marzo de 2024

7907/17893V/TFN020

 

Ese número: rastro
de cada acto digital,
de mis dedos de robot.
Clave oculta con que condeno
a los vigías del espanto,
con el cual inicio la misión
de enviar personas
a una muerte estadísticamente
improbable, tan posible
como segura.

Ese número que me indefine,
que remite a un destinatario
oculto todo lo que he hecho
—tanto bien como tan mal—;
señuelo de persecuciones,
simiente polen de abeja
en los computerizados circuitos
de la inhumana, cotidiana
erudición de flores de cristal.
Blanca rúbrica sobre el azul,
primer saludo a la pantalla,
antesala de lo desconocido,
un día más, y otro y otro y otro.
 
Dentro de poco habré de aprenderme
mi nombre en otro número,
acostumbrarme a él, sabérmelo
de memoria y desalojar al anterior
para que ese otro yo cifrado
siga engrosando el acervo cultural
del Gran Hermano.

miércoles, 21 de febrero de 2024

Qué decide lo que dice la sombra
a hombros que suceden y seducen,
bromas morbosas, brumas que ceden
al abrirse del hombre-morsa su amor,
sobra decir qué símbolo inmola
la broza, si un émbolo roba la siembra
si hembra u hombre, brazo y seda
que se queda sobre la hierba, ambas
milagro, engrosando la voz sobria,
lubricando alondras.

POEMA INCÓMODO

Detecto tantos kilométricos
tétricos periplos impracticables
de metacrilato, crípticos
—tántricos, crónicos, coptos—
activos, lúbricos pruritos
consuetudinarios, que casi
que como que una cama cacofónica,
pupitre etéreo, ascensor consciente,
pétreo procrastinador de la intemperie,
impere lo que impere, siempre quedará
Huitzilopochtli.

ESCENA ELIMINADA

Caricia tectónica, pisada de elefante;
busca con su trompa el pico de la tortuga.
Milenios esperando.
Un beso breve, tan lento
que dure lo que una era
en un parque, en pleno cataclismo.

—Mira, amor, ahí el meteorito.
—No sé cómo abrazarte.
—Mi casa es pequeña.


ARROJADURA

Fue el resultado agrio de una bilis sola.
Tan sola como el pasto incandescente
de una cabra ignívora. Opaca como un muro
donde fusilar mariposas. Reflujo lávico,
magma espectral con restos verdes, orgánicos,
carne en mal estado, furibunda y ronca queja
de la entraña; bronca a la concavidad del váter,
que no devuelve más que el eco, un eco que devuelve,
solidario todo lo que al ser le es tóxico y exceso.
Frío que escala por la espalda que suda raro.
Efluvio macerado, espasmo salvador,
purgante estertor: revolución de las tripas.
Hipo con dureza.

CAPITO

Entendimos que el error estaba en otro sitio.
En la provocativa causa de la pasión;
en el espacio crítico donde cada cual parecía navegar,
ufanos, en su canoa con ganas de galeón;
sintiéndonos capitanes, siendo en realidad,
robinsones anhelantes de un naufragio
que nos trajera hasta la costa abandonada
aquellas escuetas vituallas que alimentaran
nuestro imaginario banquete: al final sólo algas.

Entendimos que el error andaba escondiéndose
de nosotros, salvando las distancias y los charcos,
reaccionando a la alergia de los berenjenales,
a las once varas de nuestras camisas rotas,
al ahogo del agua en los vasos rotos;
al amanecer insomne sin la mente en el debido sueño,
al tumulto que el vino provoca en la palabra,
en su huida hacia atrás, hacia el resorte de un gatillo.
El mecanismo de una guillotina de papel.

Entendimos, también, que el amor es ácido.
Tanto como un dulce abandonado hace tiempo
en la despensa de los años, una antigua tentativa
de constante agrado que ya, no siendo verdad,
se agarra con fervor a lo que la razón dicta,
sin que haya lápices infalibles contra la burda ortografía
que pretende situarnos al borde del poema,
ese poema falso, escasamente limpio, puro.
Tan sólo un poema más que no hace nada.

Entendimos que el error estuvo en la manera.
En el modo de decirnos a deshoras lo que daña.
Pasar de la fiesta al trágico metal de la hoja
del cuchillo, mal afilado, a la común mortalidad
de esa arena entre las manos, interminable
raíz de toda duna que lentamente avanzará
hacia el oasis. Volvamos, entonces, al abismo
de donde nunca debimos escapar. Era allí
nuestra morada, aunque humilde, era nuestra.

Entendimos que la vida es, al mismo tiempo,
una muerte sin dolor, una especie de cadena
trenzada por las horas y sus músicas calladas.
Que entre ambos existía una verdad que resultó
no ser mentira, sino más tierra aún por recorrer;
hemisferios con su diferencia horaria, con aduanas
llenas de oficiales, trámites, salvoconductos,
autorizaciones; burocráticas credenciales
de quienes somos. Entendimos todo eso.

Ahora es casi un desafío la palabra,
una cautela, un paso preciso hacia el mar
sin tener en cuenta oleajes, mareas, ventoleras.
Ahora es todo un vergel desmantelado.
Un manual de instrucciones, dogmático,
esquivo, escrito en múltiples idiomas.
Una espada mellada, inútil pues, cuando ya
la batalla hace tiempo ha terminado.
Ahora sólo queda, de nuevo, otro acto de fe.

ARCAICO NARCÓTICO

Rácano nácar, corán anarca,
arrancarrocas, coscorrón oscuro,
articatártico, raquítico; riquísimo
socarrat. Catarro tarraconense,

tanques, tacones. Contesta el
tarot arcano: cartas; sectas castas,
canarias, rancias, cainistas...
Casas cerca, carpas secas. Parques.

Parcas. Porteadores: sherpas,
canastas, sacos, otras cosas...
Crápulas. Deportadores: perchas
satanás, asco, sacos rotos.

Creta: recta, terca. Cresta
que se arrastra, crepitante, talasocrática;
tal asocrática: triste cristal; crisis
total.

Y frío, africano frío. California.
Narcofolía al arcaico narcótico.
Anarcofilia. Forniloquía. Fornicalia.